Por Marcelo Milman.
Leo fragmentos, mi cabeza ingiere textos cortos de distintos autores, en el celular. Hay algo en la multitud que me atrae, que me comprende, lejos de las sábanas, pero cerca. Ayer estaba viendo tuiter y apareció un videíto porno, un oso pajeándose, y me encantó. Mi deseo sigue estando ahí. La internación no pudo sacármelo o, quizá, me lo devolvió.
La internación: golpean la puerta en lo de mi vieja, es la ambulancia y la policía; me vienen a evaluar, dicen. Dos semanas adentro, con compañeros de todo tipo (adictos, esquizofrénicos, suicidas, religiosos). En la imagen aparecen dos, Elías, quinta generación de anarquistas, y Lidia, una especie de matriarca dentro del lugar. Pero yo ya salí. Y ahora hago las compras, camino por la vereda y veo mi reflejo en algunas puertas vidriadas o en las ventanillas de los autos, y no me gusta. Pero bueno, hay que tratar de arreglarse y seguir, siempre seguir. Hoy me compré un café con leche, para llevar, y una media luna rellena con chocolate, en el bar de acá cerca donde trabajan bien. Volví a casa y desayuné, mirando tele. Estuvo bien, tengo pequeños oasis de disfrute. Después vino el gasista para arreglar la estufa y me interrumpió la escritura, por unas horas.
Pero volvamos a los fragmentos, hace un rato, también en tuiter, leí un hilo sobre 2020 y la cuarentena en Argentina. Que mal la pasé, sobreviví, como pude, pero el encierro deja marcas. Hoy tengo cuatro vacunas y la cosa está más tranquila, por suerte. Siguiendo con los fragmentos, antes de la internación también los leía, pero en libros, tenía al lado de la cama un diario (el de Ana Frank), uno de textos cortos de Benedetti, y una compilación de poesía contemporánea. Entonces, leía una o dos páginas y dejaba. Ahora quiero conseguir Teoría de la novela, de Lukacs; quiero tener una base antes de deslizarme en el camino de la narrativa larga, extensa.
Bueno, esta vuelta a la escritura tiene mucho de promesa, ojalá pueda seguir transitándola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario