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Llueve futuro en tus pupilas (poesía, 2013), de Chelo Mil
Veinte poemas. El fruto sabroso y elocuente de la síntesis, el bilingüismo y el amor. Un libro publicado en verano y con buena estrella.

Mil novecientos noventa y ocho

Por Marcelo Milman

1997

- Por favor, si el año que viene voy a estudiar Teatro, ¿Para qué me puede servir esto? -le pedía al profesor. Me había sacado un cinco (se aprobaba con seis) en la última materia de la secundaria, del Politécnico. Era algo sobre carga y descarga de cereales en el puerto, tolvas, cintas transportadoras y cosas por el estilo.

1998

Ya tenía 18 y después de un intento fallido de ingresar al Conservatorio en Buenos Aires, estudiaba Actuación en la Escuela Nacional de Teatro y Títeres, ubicada en peatonal Córdoba y calle Mitre, en Rosario.
Fue un año excepcional: en las materias prácticas pude descubrir el propio cuerpo como instrumento, aprender a confiar en el otro, también que tocarse no tiene nada de malo y, en Música, ver y llorar con Amada inmortal (1994), la película que narra la vida de Beethoven, sobre todo en la escena cuando él corre y corre escapando de su padre; luego, en las materias teóricas, leer sobre dinámica grupal de la mano de los textos de Pichón Riviere, y por otro lado, clásicos griegos como La Odisea, de Homero. En paralelo y por mi cuenta, recuerdo mi abordaje al Manifiesto Surrealista, que era el texto introductorio al Pez soluble (1924), de André Breton.

Pero lo más intenso que viví en la carrera de Teatro fueron las relaciones, amistades y amores. Me enamoré por primera vez, de un compañero que se llamaba igual que yo y, que como Beethoven, también escapaba de su padre; y conocí grandes compañeros o amigos, como Héctor, Martín, Nadia o Evelina.

2022

Me despierto temprano, me hago unos mates, prendo la tele y me tiro en el sillón a navegar por las redes en el celular. Veo que tengo un mensaje en Instagram: es Evelina que me manda tres fotos. En una de ellas estábamos metidos en la fuente de la plaza López, con Anabel, cagándonos de risa, enfrente de donde Evelina vivía en ese momento y a una cuadra de donde yo vivo hoy. Éramos jóvenes y yo estaba bien bronceado, y con ropa blanca. Y esa noche fui feliz.

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