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Llueve futuro en tus pupilas (poesía, 2013), de Chelo Mil
Veinte poemas. El fruto sabroso y elocuente de la síntesis, el bilingüismo y el amor. Un libro publicado en verano y con buena estrella.

El paraíso de los cazadores

Relato - Por Marcelo Milman

Estoy en la barbería, de los dos peluqueros me atiende el robusto. Con sus manos toca mi pelo y con sus ojos negros me mira, o mejor dicho a mi reflejo a través del espejo. Mi reflejo muestra a un hombre cansado, al que las noches de incertidumbre lo vienen matando, de a poco quitándole el alma. Pero sigo vivo, y lo voy a demostrar, voy a recuperar mi humanidad, nuestra humanidad.
El peluquero ahora agarra la navaja, y con movimientos ascendentes comienza a afeitarme. Huelo la sangre sobre el filo y veo su sonrisa, pero no voy a dejar que me mate. Agarro el spray para pelo y se lo rocío en los ojos, negros y desiertos como la noche de la ciudad. Hijo de puta, me dice, mientras se lleva las manos a la cara. Es hora de correr, pero no va a ser fácil: el otro peluquero se desnuda y me dice vos de acá no salís. La chica que él estaba atendiendo ya está filmando todo con su celular y le dice matalo, matalo. Me desnudo yo también, porque mi piel tiene el poder de todos mis amantes y ahora lo necesito. Se acerca con la navaja, yo junto pelo del piso y se lo tiro a la cara, y le echo spray, de nuevo, en los ojos, pero es inútil, sigue avanzando. Entonces entra un cliente. Por favor ayudame, me quieren matar. Disculpá, pero tengo turno ahora en unos minutos y estoy apurado, así que terminen con esta mierda, sea lo que sea. Se sienta en el sillón y cruza los brazos. El peluquero comienza a vestirse, yo salgo disparado hacia la vereda.

Tomando un café se me ocurren ideas, está bueno. Pero en un momento me doy cuenta de que en una mesa cercana está el hombre que me violó, hace un tiempo. ¿Es la hora de la venganza?
Me levanto con la taza de café con leche en una mano. Me acerco por atrás, la moza me mira. Giro la muñeca y lo baño en marrón indeleble. Puto de mierda, vas a morir. No te tengo miedo, de alguna manera ya me mataste, y no podés hacerlo dos veces. Se acerca, furioso. Me agarra del cuello y aprieta. Todos gritan. Mientras respiro lo poco que puedo cierro los ojos y veo flashes de mi vida: ese cumpleaños de la infancia, con amigues y mascotas en el patio de casa; mi primer contacto sexual con otro hombre, de quien nunca supe su nombre; mi primer gran amor, fallido por la interferencia de una madre homofóbica; el viaje a dedo a Misiones al comienzo del milenio. Entre muchas otras cosas.
No puedo respirar, me va a matar dos veces. Con la poca fuerza que tengo le manoseo el bulto. Se le para, de a poco pero cada vez más. Puto de mierda, me re calentás... no puedo matarte. Si me das tu teléfono te suelto. Dale, dale. Me suelta, respiro aliviado, me siento y me largo a llorar. Lo seduje para no morir.

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