Estadio / Establo |
Estamos corriendo, con Andrés estamos poniendo a prueba nuestra velocidad, y nuestros zapatos, que se están llenando de tierra de la calle. Nadie nos persigue, pero estoy seguro que un par de feligreses nos vio besándonos o, mejor dicho, vieron a dos sombras interactuando entre sí con pasión. Vamos al establo para estar cómodos y a salvo, me dice Andrés.
En nuestro pueblo hay varios establos, pero éste es el más grande, es el que pertenece a nuestro Señor. Entramos dejando atrás el quejido de la puerta de madera, y allí tomamos distintos caminos: Andrés se tira en el heno a descansar y yo recorro caminando el lugar mientras acaricio a los caballos. Cada caricia en la cabeza de un equino hace brotar un pequeño relincho. Animales maravillosos, qué sería de nuestra sociedad sin ellos…
Me tiro en el heno y paso mi brazo por detrás de la cabeza de Andrés. Estamos los dos boca arriba, mirando el techo en silencio.
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